Cruzo la mancha negra y los ruidos pasan detrás de mi. Veo las sombras desgastadas y me siento tan bien. A cien metros una reja me separa de los rieles y otras vidas. La luces brillan demasiado. Me encanta el tono de naranja que tienen. Junto con el oscuro del cielo, el contraste se hace mayor, igual que mis ganas de andar. Ver el poco camino que me queda. Verde de un lado, gris del otro. Los troncos marrones y sus brazos me decían que estaba cerca. La luz reflejada en los dedos me incita a sacar mi máquina de capturar, pero no la tenía. El ratón me gira y los sonidos parecen cada vez más lejos. O más cerca. Me revuelven el cerebro y canté. Me han escuchado pequeños roedores, no creo que les haya molestado. Tengo que terminar y no quiero. Me voy a aburrir. Las hojas blancas y los garabatos me esperan. Información inútil. Cuando me quise dar cuenta, el metal ya estaba girando dentro. Todavía siento el aires fresco. Sigo escuchando los sonidos. No quiero terminar, no. La estoy pasando bien. Me falta sólo una barrera de madera. Estoy adentro. Calor.
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